
El pasado lunes, 2 de junio de 2025, nuestro querido amigo Fernando Moreno Bardón (Nano 35) se nos fue para siempre. Cuando la pasada noche su amada compañera Eva me comunicó la triste noticia, sentí que algo, muy dentro de mí, se desgarraba. Mi entrañable amigo, como antes ya habían hecho otros, con su marcha, había acrecentado en mi alma el sentimiento de soledad. Quizá sea el precio que tengo que pagar por vivir tantos años -me dije.
He querido subir esta fotografía de Fernando, porque refleja un cuadro cargado de nostalgia: el poeta y su musa Pipi por la que él tanto cariño sentía. En esta foto, aunque puede que sea mi imaginación, me parece ver que la gatita tiene la tristeza reflejada en su rostro; quizá esté yo equivocado, pero creo que ella intuía que el fin de Nano estaba próximo. Me atrevería a decir que para Nano Pipi representaba lo que Platero representaba para Juan Ramón Jiménez. En uno de sus libros y algunos de sus relatos, al igual que Platero, también Pipi era la protagonista.
Hoy, 24 horas después de recibir la triste noticia, con mi alma algo más sosegada, quisiera entonar un canto de amistad a la memoria de quienes, muertos, siguen vivos en mí y no se distorsionarán nunca, pero me faltan palabras, mi mente no me permite pensar con claridad, por ello voy a recurrir a los cásicos. Fernando con alma de poeta y raciocinio de filósofo, él, que tanto leyó a los cásicos, allá donde esté sé que le gustará leerlo:
Empezaré con una frase de Ovidio “No llores por lo que perdiste, sonríe por lo que has tenido”
.La siguiente frase es de Shakespeare, cuando Polonio aconseja a su hijo Laertes en Hamlet “Los amigos que tienes y su amistad probada, apriétalos a tu alma con ganchos de acero.
Nuestro inmortal Cervantes en la comedia “La Casa de los celos y selvas de Ardenia, hace decir a Roldán: “Amistades que son ciertas nadie las puede turbar”
El gran sabio ateniense Demetrio Falero, tres siglos antes de Cristo, dejó escrito: “Un hermano puede ser un amigo, pero un amigo siempre será un hermano”
El gran Aristóteles nos da una lección sobre lo que significa la verdadera amistad al decir “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”.
Mi amistad con Nano no partía de los años de la niñez, ni tampoco de la época juvenil, como nacen buena parte de las amistades. Nuestra amistad se inició bastante más tarde, cuando ambos ya habíamos traspasado la barrera de los cincuenta; sin embargo, quizá por eso, como si quisiéramos recuperar el tiempo perdido, era una amistad más intensa.
Nuestros destinos, aunque sin que nosotros lo supiéramos, corrían por los mismos caminos, pero en paralelo, motivo por el que no se cruzaron hasta pasado mucho tiempo. El cruce se produjo, indirectamente, gracias a Manolo Gancedo, más conocido como Manolo el del Cazador. Manolo, un adelantado a su tiempo, subió a internet una página Web a la que llamó Villagerdelaciana.com para que escribiera en ella quien quisiera, siempre bajo unas premisas, naturalmente. Yo, además de escribir en esa página, solía ojear alguna que otra. A menudo entraba en una que todos escribían sobre política. Confieso que me gustaba entrar en ella por el morbo que me producían las trifulcas que allí se montaban, menos bonitos se llamaban de todo. Sucedió que, en esa página, un buen día, un tal Nano 35 escribía un relato que nada tenía que ver con la política ni con los modales de la página. Era un relato precioso, escrito con pulcritud y elegancia. Este se ha equivocado de página -pensé-. Le escribí, le propuse escribir en la página de Villager y, de inmediato, aceptó. Pronto, sus bonitos y bien escritos relatos hicieron que, aunque nadie lo conocía personalmente, fuera admirado por la mayoría.
En agosto de 1957 la 7ª Compañía de la 1ª Bandera paracaidista, a la que yo pertenecía, estaba acuartelada en la capital de Sidi Ifni, en plena guerra con Marruecos, supongo que en espera de ser enviados a algún frente donde se nos necesitara. A mediados de mes se nos comunicó que seis de nosotros tendríamos que hacer de instructores para preparar a un grupo de reclutas de infantería que habían sido designados para entrar en la policía militar. Yo fui uno de los asignados para tal misión y, qué casualidad, en mi grupo había un tal Fernando Moreno Bardón, nombre que, como todos los demás en aquel entonces, no me decía nada. Dos meses más tarde, a bordo de varios aviones Junker, volábamos hacia Tiliuim para saltar en apoyo a un destacamento de Tiradores de Ifni que estaban cercados por el ejército Moro. Allí habían empezado, sin notros saberlo, a viajar en vías paralelas nuestros destinos.
Nano, procedente de una familia de Vegapujín, solía pasar los veranos en ese pueblo de Omaña en compañía de una hermana. Fue allí donde un verano lo conocí personalmente y fue allí donde se inició nuestra verdadera amistad. Todo empezó una soleada mañana de un espléndido día de un mes de julio. Apoyados en la barandilla metálica de un puente sobre el río que discurría cerca de su casa, mientras contemplábamos la majestuosidad de un enorme alerce que Nano, henchido de orgullo, me relataba cómo aquel alerce había sido plantado por un antepasado suyo, un general laureado en la guerra de Cuba, de nombre Segundo García.
Después de contemplar el alerce, quizá porque la sombra que se cernía sobre el puente invitaba a seguir allí, nos entretuvimos en contemplar como varias truchas de “dorado lomo” como él las había descrito en uno de sus relatos, zigzagueaban veloces. En esta contemplación, me comentaba Nano una anécdota suya con unas truchas durante su estancia en la mili. Sin el mínimo atisbo de curiosidad, únicamente por entrar en la conversación, le pregunté:
-¿Dónde has hecho el servicio militar?
– En Sidi Ifni -me respondió-. Estuve integrado en un grupo de la policía militar.
– Para eso habrás tenido que hacer un curso -dije, por decir algo.
– Bueno, si quieres llamarlo así… en realidad fue muy sencillo. Lo peor fueron los dos meses de prácticas que tuvimos que hacer. La instrucción la hacíamos en el aeropuerto de Ifni y, los instructores eran paracaidistas del ejército de tierra, que nos hicieron sudar tinta.
-En qué época fue eso -le pregunté.
– Fue en Agosto de 1957, en plena guerra con Marruecos.
– El instructor con el que yo estaba -continuó- era una mala bestia que nos trataba como si fuéramos bestias. Además de la instrucción nos enseñaban defensa personal. Con el que yo estuve había practicado lucha libre y excuso decirte más. Supongo que por las noches le silbarían los oídos de las perrerías que yo decía de él.
– No pude resistirme. Solté una tremenda carcajada.
– ¿De qué te ríes? No le veo la gracia.
– Me río porque aún me silban los oídos -dije sin dejar de reír.
– ¡No me digas que eras tú! -dijo con un gesto dibujado en su bonachón rostro que era todo un poema.
Nos dimos un fuerte abrazo y allí, después de tantos años, nuestros caminos dejaban de ir en paralelo. Hablando supimos que ambos habíamos sido emigrantes en Suiza en las mismas fechas y en la misma ciudad, Basel. A partir de entonces nuestra amistad se intensificaba cada día.
Mi querido amigo Nano, allá donde estés, no me cabe duda de que seguirás escribiendo tus bellos relatos para delicia de quien los lea. Descansa en paz, y hasta siempre.
Muchas gracias por tus hermosas palabras en recuerdo a nuestro querido Nano
Querido Paco, siento mucho tu dolor y tristeza por l muerte de Nano.
Querido Nano, cuando vuelvo a mirar tu olivo, que son muchas al cabo del año, con sus brazos fuertes y robustos con nuestros nombres escritos en ellos, pienso que a los integrantes del foro de Villager nos diste un abrazo tan grande y fuerte como el de un oso. Recuerdo ese año cuando supe que estabas en Vegapujin ya sentí tu a razón fuerte, sincero. También el de tu hermana, que estaba contentísima porque te habíamos invitado a comer la empanada en Buenverde. Y los vermouts en la Cantina de Villager, donde como tu bien decías que los sueños se acercan a la realidad, pero sin dejar de ser sueños.
No sé quién dijo que el pasado siempre nos persigue, yo digo que siempre nos acompaña, da igual donde vayamos y yo esos pasados contigo en Villager me acompañan siempre. Querido Nano, vuela alto y mi deseo es que los vientos te sean favorables allá donde estés. Un fuerte abrazo y hasta siempre
Xipla
Ya senti ese abrazo fuerte y sincero
Hola Eva, no te he visto nunca, pero si sabía de tu existencia. Ya lo he dicho antes, pero lo vuelvo a repetir para tí, siento muchísimo la muerte de Nano y te deseo que con su recuerdo puedas reponerte poco a poco. Un fuerte abrazo y un besín cómo se dice en Laciana.
Cuando a través de Piorno me enteré del fallecimiento de Nano, me quedé impactada por la triste noticia. Aunque no lo llegué a conocer personalmente, su enorme personalidad me hizo, desde el primer momento ser su gran admiradora. A través de sus relatos y su vida fui conociendo el gran hombre que fue, todo a través del Foro que tenía mi hermano Manolo y dónde escribíamos mucha gente que nos fuimos conociendo y fraguando grandes amistades. Nano, espero que allá donde estés tengas la paz que de todo corazón te deseo.